Una fotógrafa en el mundo perdido

«Un hombre debe hacer el trabajo de un hombre»

Ben McBride (Viaje al tiempo perdido)

 

En «Viaje al mundo perdido» (Kevin Connor, 1977), Sarah Douglas da vida a la «intrépida» Charly, reportera del London Times y sobrina del dueño del periódico. Su personaje encaja a la perfección en el estereotipo de la «Eva moderna», una mujer adelantada a su tiempo, aventurera y defensora de su igualdad de derechos con los hombres que, al final del filme, termina por abandonar toda beligerancia feminista para entregarse al amor. El diálogo inicial la presenta como un «incordio» que al protagonista no le queda más remedio que soportar, al tiempo que como objeto de atenciones y cortesía por parte del resto de los integrantes de la tripulación en su extravagante cualidad de mujer.

A pesar de las prevenciones de McBride y de la condescendencia con que la tratan otros miembros de la expedición, lo cierto es que al principio ella se muestra muy resuelta y cargada de buenas ideas, como, por ejemplo, la de usar un pterodáctilo para arrastrar su avión.

Y como no podía ser menos también, desde un primer momento sus iniciativas tropiezan con el  rechazo y la crítica abierta del “mayor”. No queda la más mínima duda, y todos los diálogos son bastante explícitos al respecto, de que el principal y único problema entre ambos es que la que es calificada sucesivamente como una “dama”, “señorita”, “chica difícil de entender”, es una mujer. Incluso queda claro que es a ella a quien él alude cuando refiriéndose a los dinosaurios afirma que las “hembras de la especie” son particularmente dóciles y estúpidas, si bien hasta ese momento Charly ha dado pocas o ninguna muestra de docilidad.

¿Cuál es entonces el problema? Según repite machaconamente el protagonista, ella está o se pone en peligro acompañándolos a la expedición, a pesar de que, como ya se ha dicho, ella inicialmente demuestra tener un notable arrojo, mejores ideas que el resto del equipo e incluso una excelente puntería.

Las apreciaciones de Charly al respecto se acercan, por cierto, más a la verdad: “¿Sabes cuál es tu verdadero problema? Que no soportas la competencia”, le dice alrededor del minuto 23 de la película, ante lo que él, sin inmutarse, responde que “un hombre debe hacer el trabajo de un hombre”. A partir de aquí, sin embargo, la evolución de la película no hace sino darle a él la razón, a pesar de que hasta el momento sus críticas parecían bastante arbitrarias y carentes de fundamento.

La histérica reacción de la aguerrida reportera ante una gran araña que le cae encima reconforta a McBride y sirve para redefinir los términos de su relación. A partir de ese momento ella se encuentra al borde la muerte en varias ocasiones -situaciones de las que debe ser salvada por él- y en un estado de nervios constante que desmiente su valentía inicial.

En un momento determinado, ya bastante avanzado el filme, Charly demuestra que sus brillantes ideas del inicio no se le han agotado del todo con el estrés cuando se le ocurre la posibilidad de utilizar el flash para cegar a unos grandes reptiles que los atacan desde las paredes de la cueva. Curiosamente (o no tanto) no es ella la que lo acciona sino que le explica rápidamente a McBride cómo se hace para que sea él el encargado de hacerlo funcionar.

De manera muy metafórica, cuando huyen del extraño oasis tropical situado en medio del hielo en el que transcurre la película, deciden que uno de los pesos prescindibles para aligerar el helicóptero en el que escapan es  precisamente su cámara, que ya en un momento anterior del filme el protagonista pretendió que dejase abandonada. Fijaos, por favor, en el gesto de él cuando ella se queja de que su cámara sea despachada con esa alegría.

Por si quedase alguna duda, en el diálogo final se cierra la cuestión. Cuando la protagonista se lamenta, no con demasiada pesadumbre, de haber perdido la cámara y volver de vacío del viaje, McBride le responde que quizá la cámara “no fuese lo suyo”.  Su reacción deja claro que a ella no le parece mal estudiar las alternativas que McBride tenga a bien ofrecerle.

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