Archivos Mensuales: noviembre 2012

El debate sobre la neutralidad periodística en zonas de conflicto en Before the rain

Antes de la lluvia (Before the rain, 1994) , Territorio comanche (1997)  y El año de las armas (Year of the gun, 1991) son tres películas de los 90 aparentemente muy dispares entre sí cuyo principal elemento común, al menos de cara a este blog, es el planteamiento en su trama de la posibilidad de que el que haya un periodista delante pueda llegar a ser la causa inmediata de un acontecimiento indeseado, más en concreto, de la muerte de un hombLos gritos del silenciore. Si unos años antes Los gritos del silencio (The Killing Fields, 1984) mostraba la futilidad de la pretensión del protagonista de parar un asesinato con su cámara, las tres películas mencionadas se sitúan en una posición aún más negativa con respecto al papel de los medios en los conflictos, ya que, como queda apuntado, «proponen» que incluso puede ser la presencia del periodista la que provoque el crimen.

Hoy voy a centrarme en la primera de ellas, Before the rain, en la que el reputado fotógrafo internacional y ganador de un Pulitzer, Aleksander Kirkov (Rade Serbedzija) anuncia su intención de dejar su trabajo a su regreso de la cobertura de un conflicto bélico. La necesidad de tomar partido ante la guerra y la violencia es un asunto que se plantea en varias ocasiones a lo largo del filme, la primera por parte de su novia Anne (Katrin Cartlidge), que también es editora gráfica en la agencia de noticias británica para la que él trabaja, coincidiendo con el momento en que Kirkov plantea que quiere dejar su trabajo y regresar a su Macedonia natal. Lo que Anne desconoce es que el fotógrafo toma esta decisión porque se siente culpable del asesinato de un hombre a manos de un miliciano. Más tarde le escribe una carta contándole lo ocurrido, momento que se recoge en el siguiente fragmento de vídeo:

Este episodio marca un antes y después para Kirkov, puesto que para él queda claro que ya no puede acogerse nunca más a la ficción de neutralidad desde la cual tomaba sus fotografías. En este sentido, Erik Tangerstad en su interesente estudio sobre la película apunta que una vez comprendida su ingenuidad anterior, el fotógrafo abandona también al mismo tiempo  su creencia de que la realidad puede ser documentada a través del realismo fotográfico. Más aún, según Tangerstad, este cambio en el punto de vista de Aleks implica que la noción de realismo debe ser reconsiderada en su totalidad.

La película anula así la idea de neutralidad y deja también claro no existe lugar en el que esconderse. Ya de regreso en Macedonia, su antigua novia Hana le reprocha, con respecto al incipiente conflicto entre albaneses y musulmanes, que él sólo observe, que no sea capaz de tomar partido (Before the rain, 01:35:01). Cuando por fin lo hace, tratando de impedir que la hija de Hana sea ajusticiada por sus primos, es él mismo el que muere. Y es que, de hecho, uno de los principales mensajes del filme es la imposibilidad de abstraerse de los efectos generados por la violencia, por muy lejos que una crea vivir de ella. La toma de partido se presenta no sólo como necesaria, como plantean las mujeres que rodean a Kirkov, sino también como ine­vitable.

Termino esta entrada con una cita de otro artículo sobre la película, en este caso escrito por Irene Makarushka. El texto completo, en inglés, puede leerse aquí

Las reflexiones de Manchevski sobre la violencia plantean cuestiones relacionadas con los juicios morales y la toma de partido. ¿Es posible tomar partido contra la violencia y el asesinato sin convertirse en víctima o perpetrador de la violencia? ¿Pueden las instituciones religiosas mantenerse apolíticas, resistirse a tomar partido y aún así conservar algún grado de autoridad moral? ¿Se puede superar un odio definido histórica y culturamente entre distintos grupos éticos y religiosos para conservar una identidad nacional?

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La intrépida periodista en el Oeste

«No todas podemos dar de comer a los peones y tener hijos.Que cada una haga lo que quiera. Yo quiero ser periodista», Eleanor Stone (El regreso de Frank James)

Eleanor Stone (Gene Tierny) en The Return of Frank James es un ejemplo, no tan infrecuente como se podría pensar a simple vista, de mujer periodista en película del Oeste que en este caso se corresponde, además, con el estereotipo de la «Eva moderna» al que ya me he referido en alguna entrada anterior.
Eleanor es aquí la joven e ingenua hija del propietario del Denver Star, que aspira a convertirse en periodista a pesar del asombro de su primer entrevistado, Frank James (Henry Fonda) y la desaprobación de su padre. Los argumentos de Eleanor, expresados en tono altisonante, resultan ridículos, infantiles e incluso frívolos en comparación con la situación de las mujeres fuertes del Oeste a las que se refiere James.

Tras esta encendida proclama, Frank James y su socio, que se han presentado con nombres falsos, le colocan una fantasiosa historia sobre la muerte de James que ella publica sin comprobarla en absoluto, palabra por palabra, provocando así que un periódico de la competencia acuse al Denver Star de difundir rumores interesados. Por supuesto, Eleanor Stone desarrolla un interés más que profesional en Frank James, aunque la película deja en suspenso el futuro de la relación entre ambos.

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Bajo el fuego: verdad y compromiso

«Bajo el fuego: una imagen de mentiras vale más que mil balas», interesante artículo del blog Aula de Cine sobre esta película de los años 80 en la que se aborda la cuestión de la neutralidad de los informadores en conflictos bélicos.

Cine Qua Non

«UNDER FIRE» (Roger Spotiswoode, 1983)

CINEFORO CCEN: CINE Y PERIODISMO

Julio 2012

La acción de “BAJO FUEGO” se desarrolla en la Nicaragua de la insurrección de 1979, pero esta no es la historia del triunfo revolucionario. La película pertenece a un sub-género popular a inicios de los 80s. Si ahora Hollywood adora a los súper-héroes vestidos de spandex, en aquel entonces amaba las historias basadas en la vida real, protagonizadas por periodistas en zonas de guerra de todo el mundo. A ese grupo pertenecen “The Year of Living Dangerously” (Peter Weir, 1982), con Mel Gibson y Sigourney Weaver en Indonesia; “The Killing Fields” (Roland Joffe, 1984) con Sam Waterstone y John Malkovich en Cambodia; y James Woods como un bala perdida en “Salvador” (Oliver Stone, 1986). La mayoría de estas películas tienen a un “nativo” que sirve como la conciencia del filme. Un traductor o un “fixer” local, como Linda…

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Las piernas de Vicky Vale

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La relación entre los superhéroes y la prensa es intensa y directa porque, al fin y al cabo, qué sería de un súperheroe sin un medio de comunicación que difunda sus hazañas…. Claro que no es raro que ocurra también lo contrario y que el superhéroe en cuestión no tenga más remedio que lidiar con noticias más o menos interesadas que empañan su imagen pública. Y qué mejor para evitarlo que estar cerca de los medios, tan cerca como el alter ego de Superman, el patoso Clark Kent, o como el aspirante a fotógrafo en nómina Peter Parker.

También en el Batman de Tim Burton hay prensa de por medio, en este caso fundamentalmente a través de Vicky Vale, interpretada ni más ni menos que por Kim Basinger, mito erótico por excelencia del cine de los años 80. Y siendo así, a quién le puede extrañar que la presentación de la profesionalísima fotógrafa sea como sigue:

El «Hello, legs» de su colega reportero lo dice todo. Por cierto que esta no es ni la primera ni será la última presentación cinematográfica de una periodista con un plano de sus piernas. Por lo demás, la descripción del trabajo profesional de Vicky Vale en el filme no tiene mucho más interés que el de verla con su Nikon F3 en ristre.

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«Soy periodista… Y saco también fotografías»

«Patrulla de rescate» (Flight from Ashiya) es un drama de 1964 dirigido por Michael Anderson con un reparto encabezado por Yul Brinner, Richard Widmark y George Chakiris interpretando a tres valerosos oficiales del servicio de rescate aéreo estadounidense en el Pacífico post II Guerra Mundial que afrontan una difícil tarea de salvamento mientras luchan también con sus dramas personales que emergen a modo de flashbacks.

Todo muy masculino.

Imagen

Así que para que no lo sea tanto, el reparto y la historia se aderezan con la presencia en los flashback de personajes femeninos, de los que el que aquí nos interesa es el de la fotoperiodista Caroline Gordon, interpretada por Shirley Knight, que protagoniza los recuerdos del coronel Stevenson (Widmark). Aunque en el doblaje al castellano se pierde el matiz, en su primer encuentro ella se define como un «chico de la prensa» (newspaperman) pero queda bastante claro que él no la ve como tal. A cambio, la versión doblada es, con todos los respetos, absolutamente despiporrante y me ahorra a mí cualquier intento de descripción de qué tipo de personaje es éste ante el que nos encontramos, que bien pudo haber servido de inspiración para «Barbie fotógrafa» (que sí, existe, ¿ o acaso lo dudabáis?). También hay Barbie redactora y Barbie reportera, pero a estas habrá que dejarlas para entradas correspondientes a películas más modernas.

Tras desvestir a la osada fotoperiodista (aunque bastante castamente, el cine venidero será más explícito) la película procede a castigarla sistemáticamente. Primero el comandante planea abandonarla tras un romance sin previo paso por vicaría, pero ella se adelanta por la mano y huye al saber que está embarazada. Así que Stevenson la busca, se casan pero, un drama es un drama, ella pierde al bebé al contraer unas fiebres mientras andaba danzando por el mundo tratando de cubrir la guerra. Los japoneses se niegan a prestarle auxilio porque las medicinas que tienen no son suficientes para su propia gente.  Como consecuencia ella muere y sobre su muerte se cimenta el brutal odio que el coronel Stevenson les tiene a los japoneses. Fin del flashback.

El personaje de Caroline Gordon es un ejemplo típico aunque temprano de la presencia de «chicas» periodistas en películas de aventuras y/o acción en las que el grueso del reparto es masculino. Carreras de coches, combates de boxeo, expediciones aventureras… son algunos contextos en los que el periodismo se convierte en una excelente disculpa para incluir a una mujer en el reparto, un personaje que, como ya se apuntó más arriba, más tarde o más temprano termina aligerando su vestimenta de forma más o menos modosa según la época en la que se haya filmado la película en cuestión.

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Huelgas y periodismo

En 1992, un jovencísimo Christian Bale se echaba la gorra hacia atrás y arengaba melodiosamente a sus compañeros vendedores de periódicos, un oficio tan anacrónico y demodé como empiezan a serlo y estarlo ya sus objetos de venta. Es la versión edulcorada (no en vano se trata de un producto Disney) de la huelga de los vendedores contra las condiciones laborales impuestas por los grandes magnates de la prensa sensacionalista, toda una máquina de hacer dinero.
Me ha parecido la entrada más apropiada para hoy. No cabe duda de que los tiempos cambian y de que hay que adaptarse, pero no a cualquier precio.

The Bang Bang Club

¿Qué haría cualquiera de nosotros si ante él alguien prendiese fuego a otro hombre y le rematase golpeándole la cabeza con un palo? Greg Marinovich en su momento lo tuvo claro: pulsar el disparador. Bueno, en realidad lo que hizo fue evaluar a “ojo” la luz en la escena porque el fotómetro de su cámara no funcionaba, poner 5,6 de apertura y, entonces sí, disparar. Lo cuenta en The Bang Bang Club, el libro en que se basa la película del mismo nombre y cuya edición en castellano es hoy prácticamente inhallable. Está escrito por Marinovich y Joäo Silva, dos de los miembros del Bang Bang Club, un grupo de fotógrafos “locales” que se hicieron famosos en Sudáfrica a mediados de los 90, durante los últimos días del Apartheid sudafricano, en los que el país vivió una guerra Civil que enfrentaba no ya a negros y blancos sino, sobre todo, a los partidarios de Mandela y los zulúes separatistas.

La película es un biopic dirigido por Steven Silver y estrenado en 2010 que narra el momento profesional crucial de los cuatro personajes protagonistas pero se centra sobre todo en el propio Marinovich así como en Kevin Carter. En España no se ha estrenado todavía, ni en cine ni en DVD, por lo que para verla hay que recurrir a cauces alternativos. Y si alguien tiene la inocencia de pensar que el hecho de que no se haya estrenado es un síntoma de que es muy mala y no merece la pena, está muy equivocado. Sin llegar a la categoría de obra maestra, The Bang Bang Club es sin duda una de las mejores películas sobre fotoperiodistas jamás rodadas y su visionado es más que recomendable para el público en general e imprescindible para los interesados por la fotografía y el periodismo, entre otros asuntos.

Técnicamente más que solvente, cuenta con el aliciente de relatar hechos reales y de poner sobre el tapete algunas cuestiones importantes relacionadas con el trabajo de periodistas de conflictos. Todo ello la hace particularmente interesante para su visionado en escuelas de periodismo, fotografía y demás, pero también disfrutable en general. Su único defecto, a mi juicio, es que cojea de lo que casi todas las películas y/o libros en el que la fuente de la información sobre los hechos que se relata es el propio protagonista. A la película le falta algo de mala leche y se percibe también un claro intento de contar demasiadas cosas en poco tiempo, lo que al final la deja emocionalmente algo coja. Particularmente creo que hubiera tenido más interés que volcara decididamente el protagonismo en Kevin Carter, el autor de la celebérrima foto del buitre acechando a un niño famélico, en lugar de compartirlo con Marinovich, pero estas son ya disquisiciones de tipo cinematográfico para las que quizá no sea este el lugar.

Kevin Carter se sucidió un año después de haber tomado la foto ganadora de un Pulitzer, aunque caben serias dudas de que la causa de su decisión, al menos única, fuese la polémica generada por la imagen. Kevin era bastante inestable, tenía una vida desordenada, consumía drogas con frecuencia y había sufrido un duro golpe con la muerte de su colega Ken Oosterbroek, al que la película muestra como auténtico líder del grupo de fotógrafos. Todo ello se sumó sin duda a las duras críticas de que fue objeto por su actitud ante la situación que fotografió en Sudán, que aparecen resumidas en la secuencia del filme incluida más arriba. Aprovecho para precisar que hay algún error en los subtítulos, el peor de los cuales es cuando una periodista aparece subtitulada diciendo «¿desde cuándo los periodistas está para ayudar?» cuando en realidad dice «¿desde cuándo los periodistas están exentos de ayudar?»:

Por otra parte, en este reportaje de El Mundo se recoge la opinión de algunos destacados fotoperiodistas españoles sobre la discutida fotografía de Carter. Creo que su visionado es muy interesante para enriqucer el debate sobre el particular

Sobre Kevin Carter existe también un documental (que aún no he visto) titulado «The Death of Kevin Carter» y que acabo de encontrar en Vimeo:

así como numerosos recursos en la web, entre los que destacaría esta página que recoge numerosos datos sobre Kevin Carter y sus compañeros del Bang Bang Club. Asimismo, en la web de la película que da origen a esta entrada contiene mucho material de interés.

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Una fotógrafa en el mundo perdido

«Un hombre debe hacer el trabajo de un hombre»

Ben McBride (Viaje al tiempo perdido)

 

En «Viaje al mundo perdido» (Kevin Connor, 1977), Sarah Douglas da vida a la «intrépida» Charly, reportera del London Times y sobrina del dueño del periódico. Su personaje encaja a la perfección en el estereotipo de la «Eva moderna», una mujer adelantada a su tiempo, aventurera y defensora de su igualdad de derechos con los hombres que, al final del filme, termina por abandonar toda beligerancia feminista para entregarse al amor. El diálogo inicial la presenta como un «incordio» que al protagonista no le queda más remedio que soportar, al tiempo que como objeto de atenciones y cortesía por parte del resto de los integrantes de la tripulación en su extravagante cualidad de mujer.

A pesar de las prevenciones de McBride y de la condescendencia con que la tratan otros miembros de la expedición, lo cierto es que al principio ella se muestra muy resuelta y cargada de buenas ideas, como, por ejemplo, la de usar un pterodáctilo para arrastrar su avión.

Y como no podía ser menos también, desde un primer momento sus iniciativas tropiezan con el  rechazo y la crítica abierta del “mayor”. No queda la más mínima duda, y todos los diálogos son bastante explícitos al respecto, de que el principal y único problema entre ambos es que la que es calificada sucesivamente como una “dama”, “señorita”, “chica difícil de entender”, es una mujer. Incluso queda claro que es a ella a quien él alude cuando refiriéndose a los dinosaurios afirma que las “hembras de la especie” son particularmente dóciles y estúpidas, si bien hasta ese momento Charly ha dado pocas o ninguna muestra de docilidad.

¿Cuál es entonces el problema? Según repite machaconamente el protagonista, ella está o se pone en peligro acompañándolos a la expedición, a pesar de que, como ya se ha dicho, ella inicialmente demuestra tener un notable arrojo, mejores ideas que el resto del equipo e incluso una excelente puntería.

Las apreciaciones de Charly al respecto se acercan, por cierto, más a la verdad: “¿Sabes cuál es tu verdadero problema? Que no soportas la competencia”, le dice alrededor del minuto 23 de la película, ante lo que él, sin inmutarse, responde que “un hombre debe hacer el trabajo de un hombre”. A partir de aquí, sin embargo, la evolución de la película no hace sino darle a él la razón, a pesar de que hasta el momento sus críticas parecían bastante arbitrarias y carentes de fundamento.

La histérica reacción de la aguerrida reportera ante una gran araña que le cae encima reconforta a McBride y sirve para redefinir los términos de su relación. A partir de ese momento ella se encuentra al borde la muerte en varias ocasiones -situaciones de las que debe ser salvada por él- y en un estado de nervios constante que desmiente su valentía inicial.

En un momento determinado, ya bastante avanzado el filme, Charly demuestra que sus brillantes ideas del inicio no se le han agotado del todo con el estrés cuando se le ocurre la posibilidad de utilizar el flash para cegar a unos grandes reptiles que los atacan desde las paredes de la cueva. Curiosamente (o no tanto) no es ella la que lo acciona sino que le explica rápidamente a McBride cómo se hace para que sea él el encargado de hacerlo funcionar.

De manera muy metafórica, cuando huyen del extraño oasis tropical situado en medio del hielo en el que transcurre la película, deciden que uno de los pesos prescindibles para aligerar el helicóptero en el que escapan es  precisamente su cámara, que ya en un momento anterior del filme el protagonista pretendió que dejase abandonada. Fijaos, por favor, en el gesto de él cuando ella se queja de que su cámara sea despachada con esa alegría.

Por si quedase alguna duda, en el diálogo final se cierra la cuestión. Cuando la protagonista se lamenta, no con demasiada pesadumbre, de haber perdido la cámara y volver de vacío del viaje, McBride le responde que quizá la cámara “no fuese lo suyo”.  Su reacción deja claro que a ella no le parece mal estudiar las alternativas que McBride tenga a bien ofrecerle.

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El primer periodista de cine fue ¡¡una periodista!!

El periodismo es una de las profesiones más «femeninas» en términos cinematográficos. Tanto que algunos autores como, por ejemplo, Brook Robards, llegan a afirmar que el periodismo era una de las pocas profesiones en las que en su versión cinematográfica los hombres eran iguales a las mujeres. O viceversa.

Esto es así sólo hasta cierto punto, porque si bien hay un personaje muy destacado y destacable como la «sob sister», que se caracteriza por ser descarada, lenguaraz, ponerse el sombrero como si fuera un chicazo, hacerse llamar Billie o Jackie y comportarse como «uno más» en la cuadrilla, lo cierto es también que las tramas que implicaban a este tipo de personaje no solían dudar en hacer que el chicazo al final devienese en ama de su casa y las aguas volviesen así a su cauce.

Hoy quería sin embargo poner un ladrillo más en esa afirmación genérica de que, así y todo, el periodismo de cine ha retratado con bastante frecuencia y cierta equidad a mujeres periodistas, hasta el punto de que la primera película que yo he localizado en la que aparezca un periodista está protagonizada por una reportera y no por uno de sus colegas varones.

Su título es Miss Jerry y data de 1894. Es lo que su autor, Alexander Black, denominó “picture play” (al estilo de lo que en 1962 haría Chris Marker en la inolvidable La Jetée, esto es, una sucesión de fotografías acompañadas de la lectura de un texto narrativo, con una cadencia de tres o cuatro imágenes cada minuto. En ella se narra la historia de una heroína fuerte e independiente, interpretada por Blanche Bayliss que, como conclusión, acepta renunciar a su propia carrera en pro de la de su amado y de la importancia del amor, un modelo de comportamiento que aparece en varias periodistas a lo largo del siglo pero que prácticamente (que no del todo) ha desaparecido en los años 90.

Hasta dónde yo sé no se conserva la sucesión de imágenes original pero sí se ha publicado la reproducción del texto original en forma de libro, que se puede adquirir en Amazon o similares.

Para saber más podéis consultar la entrada de la Wikipedia al respecto o, sobre todo, el texto novelado de la película, acompañado de la reproducción de algunas de las imágenes originales.
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